Recuerdo en particular esa función dada en el típico patio cubierto de las escuelas de los sesenta y setenta. El escenario quedaba al fondo y un costado del patio –el opuesto a las salas– era vidriado.
Cuando en la obra se anuncia, indicando ese sector, la llegada de un jinete, todos los niños se agolparon en las ventanas para verlo llegar. Pero ¡qué decepción! El jinete apareció de pronto, y sin caballo, de detrás de las cortinas del escenario.
Roberto Matamala
Años después, en una de sus varias visitas a Valdivia, don Rubén participaba en una asamblea respecto del arte en el país y la ciudad.
Hizo uso de la palabra disparando certeros y agudos comentarios que no dejaron títere con cabeza. Luego, se inclinó hacia mi oído y me susurró con su voz perfectamente impostada: «No es verdad, Roberto, que a mis años uno puede permitirse ciertas licencias». ¡Ciertas Licencias! ¡Si había hecho estallar una bomba atómica!
Rafael Frontaura
«Rubén Sotoconil, actor, escritor y profesor, es uno de los hombres que, con entusiasmo contagioso, contribuyó a la formación y organización del Teatro Experimental. Fue de los primeros y sigue estando en primera línea, como intérprete, como maestro, como hombre de teatro, curioso por instinto y que siempre quiere ir más allá. Sotoconil nació en Trupán el 4 de abril de 1917 y ha ocupado diversos puestos directivos en el teatro experimental, como delegado de actores al Consejo Directivo, jefe de la Comisión Sindical, profesor de Historia del Teatro, de Crítica Dramática, de Actuación, Voz y Maquillaje, que es uno de sus hobbies. Como entendido en los secretos del maquillaje patrocinó el empleo de prótesis nasales para alterar el rostro; sus experimentos hechos con látex le han dado excelentes resultados. La primera nariz profesional que confeccionó y que proporcionó gratuitamente, no volvió jamás a sus manos, lo que prueba la calidad del producto.
Como intérprete le ha correspondido actuar brillantemente en todo tipo de obras, clásicas y modernas… (también) como utilero y maquinista (…)
Además de la fotografía y maquillaje, Rubén Sotoconil tiene otro hobby:
las novelas policiales (…)
Sus inquietudes lo han llevado asimismo a hacer muchas traducciones del inglés y el francés, idiomas que domina (…) Hombre estudioso y de hogar al mismo tiempo, nadie se explica como a Sotoconil le alcanza el tiempo para tantas actividades como desarrolla. Amable y cordial, es sumamente querido por todos sus compañeros, y significa un elemento valiosísimo en todo sentido dentro de nuestro ambiente, pues posee un cálido valor humano y un cierto sentido para el teatro, recogido a través de su experiencia y de buenas lecturas, a las cuales es tan afecto».1
Como dice el gran Frontaura, don Rubén era muy afable y tenía un gran dominio de sí mismo. Sólo lo vi perder los estribos en una ocasión, en clases, con una alumna que murmuró reiteradamente a sus espaldas. Fue una situación muy tensa. La alumna, de cuyo nombre no voy a acordarme, apareció vestida de uniforme militar después del golpe.
Frontaura, Rafael. 1960. Cit. Coloane en el prólogo del Almanaque Teatral. P. 9, 10.