Años después, en una de sus varias visitas a Valdivia, don Rubén participaba en una asamblea respecto del arte en el país y la ciudad.
Hizo uso de la palabra disparando certeros y agudos comentarios que no dejaron títere con cabeza. Luego, se inclinó hacia mi oído y me susurró con su voz perfectamente impostada: «No es verdad, Roberto, que a mis años uno puede permitirse ciertas licencias». ¡Ciertas Licencias! ¡Si había hecho estallar una bomba atómica!